Ese bello texto de Neef me hizo dar ganas de dar una vueltita por nuestro jardín y ver como estaban las cosas por ahí. Ya son más de cinco meses desde que convocamos a la primera minga y, entre familia y panas, nos abrirnos paso entre la maleza para encontrarnos con una cangagua obstinada, que nos dejó huellas en las manos y un tremendo dolor de cabeza de tanto que cimbraba el azadón cuando intentábamos trabajar el suelo. A pesar de que intentamos hacer el método de la doble excavación, el cual consiste en cavar medio metro adentro para soltar el suelo, abonarlo y luego volverlo a rellenar (lo cual fue una tarea muy dura), creo que tod@s tuvimos un poco de dudas sobre si alguna planta sería capaz de sobrevivir en esas condiciones.
Para nuestra suerte, desde cómo dos meses ha llovido constantemente en la ciudad, las plantas, que andaban medio tristonas y estancadas, se pusieron verde brillante y empezaron a crecer. Antes de que nos diéramos cuenta, ya estábamos cosechando nuestras primeras zanahorias, remolachas, rúcula, pimientos, un par de frutillas, lechugas y tomates! Ya para la próxima semana vamos a poder cosechar una nueva tanda de lechuga. La mashua, espinaca y kale siguen creciendo.. y acabamos de plantar jícama también!
El huerto ha ido cambiado, la casa también. A veces la rutina de las semanas es difícil ver cambios, mejoras, pero las plantas son una buena forma de mantenernos en contacto con los ritmos de la tierra.. Son logros pequeños, pequeñitos.. pero no hay nada más rico que poder comer aunque sea unas hojitas de tu propio jardín. Aquí les paso una fotitos para que vean los frutos de este trabajo en conjunto entre los adorados, toda la gente que nos ayudó en la minga, las lombrices, bacterias, materia orgánica, el sol, la lluvia y el aire. Gracias!
Cuando la agricultura es amigable... hasta las zanahorias quieren caminar!
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